Me hace tan feliz matar hormigas
No voy a dejar de embriagarme con los hombres,
ni cerraré los ojos y las manos
para estar en una caja de cerillas,
abrasada.
No evitaré las pelotas en las calles,
ni correré de prisa para marcar una tarjeta,
no voy a olvidarme de saludar a un perro,
o jugar con un niño disfrazado.
No dejaré jamás que mi inseguridad se marche
y me quite los rubores de la cara.
No renunciaré a los hipos y el bostezo
y mucho menos viviré sin miedo.
No se saciará mi sed,
mi corazón no aprenderá a latir más bajo.
No se callarán mis estridencias
y muchas veces intentaré escapar.
No me libraré de mis furias homicidas
ni extirparé la fiebre y la muralla,
y cuando canten las noches, las estrellas
seguirán siendo pan para los sueños,
luminarias,
cristales pasajeros,
goterones del mar,
algodones para obviar la cirugía de la lengua
y lograr ser gran modelo de palabras.
Yo no sé jugar ese juego tan perfecto
y la verdad,
no tengo ganas.
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