miércoles, octubre 26, 2005

Gato
























Ilustración: "Blacky", Oscar Carreño.

Soy un gato.
Tengo un corazón sonoro.
El ombligo caliente y escondido
en la espesura del pelo.
Tengo hambre.
He frotado seda y raso negro
contra tu piel gigante
y no me has visto.
Dame algo:
aunque sea un mimo en una oreja
o un pedazo de tu cena.
Sé que sabes
que no te necesito.
Pero me gusta tanto hacerte sentir que me alimentas
y mucho más me gusta
trepar tu cuerpo
y clavar las uñas en las partes blandas,
tierno y cariñoso,
para que digas:
“es un animalito,
no quiso lastimarme”
y me dejes seguir brincando sobre ti
firmando tu dulce mansedumbre
con cicatrices.

martes, octubre 25, 2005

@














Dibujo a sombra: "Mujervientos", 2004 de Glipto29.

Os beso
con los mejores labios...

miércoles, octubre 19, 2005

De paso

...............................................Serigrafía: Pox
.
.tantas mariposas vinieron a tocar la puerta aquella tarde
.
que fue inevitable encender la luz
.
preparar el café
.
..................y calentar la casa
.
.sacudir las sábanas y arreglar las camas
.
para tantas alas silenciosas
.
.toda la noche fue de fiesta mariposa
.
.después se hizo el pan
.
..........................y el desayuno
.
y el vuelo no nos supo a despedida

.........................................................................
De: "La Espiral del Caracol"
Copyright © María Caracol 2005
Todos los derechos reservados

jueves, octubre 13, 2005


Caminos abiertos Posted by Picasa

Fuego



I

Así de elemental, apareces.
Con la carne furiosa de volcanes, incendiado,
repleto de imágenes y duelos: vientos, pájaros,
relámpagos, banderas, volcanes, destierros.

Sol - estrella que explota y derrama
su amor iridiscente, su beso, su ternura;
estampa anterior al trazo de los hombres.
Una sola voz advierte tu presencia,
cuando nada más había que esperar del mundo
y las cortinas negras eran dueñas de la noche:
aire planetario, pleamar, rosa creciente;
flujo del cielo atravesando las alas y quemando el corazón de los océanos.

Arroyo tibio que baila sus luces matutinas en el cuerpo milagroso de la tierra.
Elipse de ámbar, luminaria, que siembra sus estelas sobre el mar.


II

Cuando la vida empuja costras secas, y girando, germina a tu paso su envoltura,
cómo negar, amor, sin la ceguera, esta llamarada que defiende su ardor de los torrentes;
este pálpito primario y luminoso, que rocía con un cáliz nuevo
la carne y la amargura: los jirones y colgajos que quedaron
tras los ires y venires sobre el filo.

(Porque yo estuve en el borde sanguíneo de los cráteres
mirando con deseo el borbotón de magma ardiente: acercando
mis dos manos ateridas, desmembrada, con la boca desnuda
y sin estrellas).

Y de pronto estalló su maremoto en mi consciencia:
brotó de su desierto circular, manglar feroz – ya sin crisálidas
ni vendas- el geiser amarillo, el mar de escamas, mi alma de dragón,
sin más lamentos: crecieron el asombro, los abrazos, la voz, los telescopios y las hélices.

Era mi corazón que se incendiaba.
Buscando el combustible de un vuelo verdadero.

Supe entonces que no hay forma de mantener con vida las hogueras.
Que sin aire y sin materia no crepitan.
No se pueden apresar las lenguas poderosas del fuego.


III

Contemplo tu calor y te presiento.
¿Te has sentido largo, en las tinieblas, como una calle triste y solitaria?
¿Desarmado y voraz, sin direcciones?
¿Reclamando ardores, fulgores, centelleos?

Si has tocado el hielo con las manos y sin mácula bebiste sus cabellos.
Si en tu sombra hallaste alguna vez un pájaro blanco, gravándote su nido;
y en el beso de tu amante, calcinados, cayeron los espejos y los muros;
si ayer, si a veces, si mañana, estás mirando
el cielo y escuchas el canto y la pasión de las selvas,
y te muerdes el labio y sangra lentamente tu deseo;
si tu boca y tu aguacero revientan a las doce, cuando necesitas
las manos en la espalda, ciñendo la cintura,
y la primavera te vuelve un depredador que abrasa con los ojos las corolas;
y te mueres de espanto cuando tocas un cuerpo sin flores ni tañidos;
no te habían mentido las membranas,
no eran falsas nuestras sombras, no ficciones,
ni el rastro de las llamas un reflejo.

Allá, en la liviandad, en las esferas,
se aprende a reducir la llamarada:
cantar con el silencio atragantado,
besar con las esquinas del pañuelo.
Ya casi todos usan gafas negras,
para no sentir más el sol sobre los ojos:
pupilas desquiciadas lloriqueando
porque no han domesticado los incendios.

¡Las flamas no se atrapan con cordones!
No hay soga ni eslabón que las contenga.
Por eso son baldíos los afanes.
No hay nada que evitar: los corazones
no pueden palpitar sin su elemento.

IV

Yo supe desde el aire que tu andar sombrío era solo una mala costumbre.
Que la esencia y la sustancia, el fundamento,
estaba intacto, como el alma de una fruta milagrosa.
Yo vi como tus manos dibujaron la flama tutelar, los argumentos
del fuego en las ventanas. Miré como la estrella se encendía
y el tacto de tu voz se fue abrigando,
hasta insinuarme una sonrisa deliciosa, un salto vertical,
sin estaciones.

Ya ves: mis propias lenguas me abrasaban.
¿Circulará el calor?
El tiempo no es madera para un viaje de fuego.
Mañana nadie sabe si el día habrá nacido
ni cuánto habrá que hacer para sembrar.


Eras un árbol empapado y tibio.
Con el vientre mudo chorreando de tristeza.
Trémulo y desnudo como el agua de un ojo,
con el miedo a gotas, delator y veneno.
Y tu rosa ciega, que bailaba rota,
sangró con el calor de los espejos.

Yo soy el fuego.
Mi alma no está inmóvil.
Se vierte como un sol hacia tu alma.
Te envuelve con su beso.

Esa es la condición: el fuego arrasa.
Desciende su avalancha de furia y redención.


V

Con la aurora se disuelve la canción lenta de los astros,
y temblando se avecinan los brillos de la esfera y su corona.
Se despiertan con el roce y sus fulgores las naranjas y los pétalos celestes.

Hacia el cielo se levanta el horizonte, desplumado de los velos y las chapas,
preparando la fiesta y la vendimia: viene sobre el mar, está llegando,
el núcleo del amor y los despojos.
Universos y días caen desarmados por su corazón feraz.
Y los pálpitos, los sueños, los suspiros,
se funden con sus huellas amarillas.

¿Tendremos que elegir entre su porte y su regazo?
¿Entre arder y remolcar sus quemaduras
o evitar las inminencias
y las zarpas de fuego en la cabeza?

¿Seremos lentas llamaradas, explosiones, restos basálticos, cenizas?
¿Algo más que los vestigios de míticos volcanes desgarrados?
¿Será que el corazón está encendido y liba del amor su combustible?

Tras la deflagración crece la calma.
Y un arpa bautismal vierte vibrando
el manto prodigioso de la noche.


VI

Alúmbrame. Incéndiame. Bástame.
Tíñeme con sangre de una estrella.
Abrásame el corazón, dame una tea
para cruzar descalza los túneles aéreos;
para que ya no me haga falta un sitio ni un plumaje
que arrope a los ángeles y peces.

¡No quiero amarras! –grito- pero ante el frío imploro un ancla que ahogue,
un lazo dulce,
que me escampe las lloviznas y me arranque las ansias
de tocar con los pies la piel de la madera.
No quiero ya quemar a nadie de rodillas,
ni matar con espadas el silencio.
Tantos árboles, tanta cera,
tantos rostros sin agua hay en la tierra,
que mi alma está buscando su horizonte.

Y si el fuego te acaricia la voz y te rasga,
y no te duelen mis manos en la piel,
quémate de frente,
con los ojos
y viértete sin miedo.
Alimenta mi carne con tu flama.
No derrotes el fuego.

En las calles nadie canta.
No hay abrigo.
El invierno no fecunda caridad.


VII

Las estrellas observan el pálpito brillante de los hombres:
nuestros hálitos de luz, los resplandores
que se arrojan como locos hacia la consumación.


VIII

Cuando devores con lengua y cabellera los instantes
-como si estuvieras solo y el mundo no habitara las esquinas.
Cuando te acabes todo lo que existe y no puedas soportar más las cenizas.
Cuando no encuentres el brío y te quedes sin entrañas.
Y el vacío sea tan grande que te expulse de tu cuerpo.

Y en la órbita de espejos y martillos, ruedes, atrapado,
preguntándote cuál es la salida

siente

siente la mordedura de otra brasa que agoniza por falta de materia
y fúndete

clama

para que filamentos y ramaje te empujen al tejido
y madreselvas próvidas encaucen tus heridas y tus dagas

arde

para que tu horizonte fértil no se pasme congelado
y de las sombras renazca el color de tu fuego

palpa

siente como gritan las hebras, las fracturas, sangrando lava roja
y pesadillas

explota

no frías con la rabia los enlaces, vierte tu corazón
multiplicado

es la única madera

el amor prende a su paso los lechos y la savia
con sus ofrendas de fuego

es la única madera

empápate en su carne y su dulzura,
abre tu creación y las trincheras

es la única madera

circula sus arterias y sus orlas,
instaura tu lámpara y tu lienzo

es la única manera

fugaz es la verdad que va labrando
los surcos en que nace el firmamento